Más testimonios de la JMJ

Testimonio de Javier Afonso Carrasco, 17 años (joven  de la Parroquia de Verín):

Debo decir, que estos días han sido una fantástica aventura que me ha servido para renovar mi fe.
La oportunidad de estar en Cracovia, junto a otros compañeros de Verín y del resto de Galicia, para asistir a una JMJ llena de alegría y la misericordia ha provocado en mi un cambio,  no solo en mi forma de ver la Iglesia, sino también en como manifestar mi amor por Dios.
Creo que estas jornadas han sacado todo lo bueno de la juventud del papa y nos ha reunido a todos como hermanos con el propósito de compartir nuestra fe.



Testimonio de Aida Méndez Sánchez , 14 años (joven  de la Parroquia de Verín):
La JMJ ha sido para mí un cúmulo de lecciones, de esas que se quedarán de por vida en mi cabeza. Este inolvidable e increíble viaje para acercarnos a Dios me ha servido para no juzgar a las persona por una primera impresión.

También he podido comprobar cómo, por amor a Dios, muchas personas son capaces de alejarse unos días de su vida cotidiana para ayudar a los demás, sin importarle entender “al cien por cien”, como a nuestro voluntario Gregorz, rebautizado por nosotros como Gregorio. Este chico de dieciocho años, sin esperar nada a cambio, hizo lo todo lo posible y más para que nuestra estancia en Polonia fuese tan maravillosa (¡hasta aprendió las frases más típicas de nuestro idioma!).

Pero si una cosa me llamó realmente la atención fue que daba igual el idioma que hablases, ¡en las calles de Cracovia todos éramos iguales! Solo Dios consiguió que nos entendiésemos, casi sin esfuerzo, con los otros países; ¡allí realmente sí parecía que todos tuviésemos el mismo idioma!
En Cracovia todos los problemas y preocupaciones desaparecieron porque solo se contagiaba alegría, ¡la alegría de la fe ha reunido a todos como hermanos con el propósito de compartir nuestra fe!


Testimonio de Francisco Blanco Álvarez, 14 años (seminarista menor de la zona de Verín) (¡el más joven de la peregrinación!)

Lo vivido en Cracovia ha sido una aventura. Para empezar diré que lo he pasado muy bien gracias a mis compañeros porque con ellos me he sentido especialmente cómodo; sin olvidarme lo cerca que hemos estado de Dios y del Santo Padre Francisco, nos hemos sentido unidos a su lado.

Yo me perdí un día en Cracovia y pude reencontrarme con  mi grupo gracias a la ayuda de unos italianos, ¡fue una aventura! Y pude experimentar que tantas veces que uno anda “perdido” en su vida, puede volver a reencontrarse gracias a la ayuda desinteresada de tantas personas que son el rostro de Dios en nuestro mundo.
Han sido muchas emociones… también me ha impresionado profundamente el testimonio de fe de tantos religiosos y religiosas. En fin, ha sido ¡una aventura inolvidable!




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